Conoce la Operación Amanecer Rojo llevada a cabo por tropas del ejército estadounidense el 13 de diciembre de 2003, la cual supuso la captura del expresidente de Irak, Sadam Husein.
Sadam Husein: un blanco clave
20 de Marzo de 2003: Una coalición de naciones liderada por los Estados Unidos de América comienza la invasión a Irak. Desde ese mismo instante, el presidente del país medioriental, Sadam Husein, es catalogado como un blanco clave. Aunque la orden de arresto se anuncia casi al comienzo del conflicto, el tirano iraquí logra desaparecer sin dejar rastro.
Considerado una amenaza mayor, debido a su influencia política en la región y a los rumores de la existencia de armas químicas a las que tenía acceso, el gobierno estadounidense presenta un plan de búsqueda y captura inmediata.
Un enemigo escurridizo
Sin embargo, durante aproximadamente diez meses, el furtivo ex mandatario logró esquivar el cerco que las fuerzas unidas le tendían, y más de 600 operativos realizados por distintos grupos tácticos y de inteligencia no vieron más que el fracaso. Más tarde se supo que el fugitivo contaba con alrededor de 30 escondites a lo largo de todo el país, algunos más elaborados que otros, entre los cuales iba rotando.

De hecho, en varios de esos refugios solo pasaba algunas horas, apenas las suficientes para desconcertar a las fuerzas de seguridad que lo perseguían. Luego volvía a desplazarse, en una serie de maniobras que lo ponían siempre un paso delante de los extranjeros y lo convertían prácticamente en un fantasma.
Fue recién a finales del año 2003, con la balanza de guerra claramente a favor de los estadounidenses, cuando se creó una fuerza especial para capturar a Husein. Nacía así la Task Force 121, que finalmente estaría a cargo de llevar a cabo la ya legendaria Operación Amanecer Rojo, la exitosa misión en la que se logró dar caza y apresar al líder iraquí.
Pero… ¿Quién era Sadam Husein?
Sadam Husein es una de las figuras más controversiales de las últimas décadas. Presidente de su país desde 1979 y 2003, fue un personaje complejo y contradictorio. Responsable de cientos de miles de muertes, se lo apodó “El carnicero de Bagdad”, mientras que al mismo tiempo se dedicaba a escribir poemas y al menos cuatro novelas (que, de todas maneras, no contaron con el favor de la crítica: fue llamado “un autor inseguro, sin talento y delirante”).

Acusado por varias naciones occidentales de ser un tirano violento y belicista, se presentó en febrero del 2003 en una entrevista televisiva, poco antes de la invasión norteamericana. Allí intentó desmentir los dichos que señalaban que escondía armas de destrucción masiva, principalmente de origen biológico, y que formaba parte de una alianza secreta con Corea del Norte para ampliar las capacidades nucleares de ambos países (años más tarde, efectivamente, se demostró que las acusaciones se basaban en información falsa brindada por espías, entre ellos uno con el nombre clave Curveball, a diversos servicios de inteligencia). Esta extraña transmisión mediática fue la última aparición pública del ex mandatario: una vez comenzada la invasión a Irak, desapareció completamente.
Abril, 2003: el principio del fin
En abril de ese mismo año, luego de que las fuerzas estadounidenses se hicieran con el control de Bagdad, los marines de la U.S. Navy derribaron una estatua con la efigie de Husein, marcando el final simbólico de su gobierno sobre territorio iraquí tras veinticuatro años. Con sus fuerzas partidarias disgregadas y con los soldados fieles convertidos en guerrillas independientes, el mandatario perdió todo control e influencia política sobre la región.
Pero, para los norteamericanos, la serpiente no muere hasta que no se corta su cabeza. Una cabeza, además, que en este caso tenía un precio: el Gobierno de George W. Bush había puesto una recompensa de 25 millones de dólares a cambio de información sobre el paradero de Husein, lo que permite tener una muestra concreta del inmenso valor que se le daba a la pesquisa. Por eso, las autoridades fijaron como prioridad su búsqueda y captura, con el fin de borrar cualquier posible rastro de liderazgo o resistencia por parte de quienes aún apoyaban su gestión.

¿Dónde está Sadam?
A lo largo de ocho meses, unas 600 misiones se llevaron a cabo con el objetivo de dar caza a Husein, y unos 300 reportes de inteligencia fueron presentados indicando que se encontraba oculto en distintas locaciones. Pero ni los reportes eran ciertos, ni hubo éxito alguno por parte de los grupos tácticos: Husein se había transformado en una sombra, que humillaba a los servicios de inteligencia. Así lo contaría luego un alto mando militar:
“Para encontrar a esta gente, a un Bin Laden o a un Zarqawi, la información clave es la de los teléfonos móviles. Aquí no había teléfonos móviles, no había señales, todo debía hacerse sobre el terreno, con confidentes y pistas falsas. Era como encontrar a Elvis”.
Mientras tanto la guerra continuaba y, con el evidente triunfo de las fuerzas norteamericanas en Irak, todo indicaba que el asunto quedaría zanjado. Pero las guerrillas y los grupos de resistencia no cedían, y buscaban recuperar las calles de su país, manifestando un apoyo absoluto a su líder, destinado al ostracismo y el exilio. Para una ocupación eficaz por parte de las fuerzas occidentales, encontrar, arrestar e incluso humillar al ex mandatario sería la herramienta destinada a demoler la moral de los fanáticos que tantos problemas causaban.
Comienza el Operativo Sadam Husein
Por este motivo, se decidió crear un grupo especial, dedicado íntegramente a esta tarea. Se le denominó Task Force 121, y nucleó a operarios de distintas ramas de las fuerzas. Personal de la Delta Force, U. S. Navy SEAL Team Six, la división de actividades especiales de la CIA: todas ellas conformaron este grupo de tareas de élite, entre otras ramas del ejército y la fuerza aérea que brindaron el apoyo logístico necesario.

Las primeras 12 incursiones realizadas por este comando fueron infructuosas. Husein era realmente esquivo y la inteligencia que se recopiló era muy vaga y llena de suposiciones e hipótesis tomadas de los pelos. Hasta que se dio un primer avance. Fue el 18 de junio de 2003. Siguiendo los rumores, la Cuarta División de Infantería llegó a la granja Hadooshi, ubicada a tan solo quince kilómetros de Tikrit, lugar de nacimiento de Husein.
La situación parecía otro gasto de tiempo y recursos, hasta que notaron algo extraño en el suelo: no era firme, parecía haber sido removido hace poco. Fue como encontrar un tesoro: al cavar se encontraron hasta ocho millones de dólares en efectivo, la colección de joyas personal de Sajida Talfah, la esposa de Sadam, e incluso un rifle AK-47 chapado en oro.
Una fuerza en problemas
Las cosas parecían, por fin, encaminarse, pero lo cierto es que el ex presidente había logrado darse a la fuga una vez más, y todavía pasarían varios meses hasta volver a encontrarle el rastro. Así, no pasó mucho tiempo hasta que todo volvió a ser como antes. Las pistas no llevaban a ninguna parte y los integrantes de la unidad de élite daban muestras de impaciencia: en el barrio de Al Mansur, ciudad de Bagdad, se asaltó una mansión creyendo que Sadam estaba en su interior.
Durante el operativo se fijó en las calles un cordón de seguridad que, en una situación confusa y calificada luego de “trágico accidente”, fue traspasado por un vehículo: en el auto iban al menos tres civiles, que murieron acribillados. Además, los habitantes de las aldeas registradas protestaban por la incursión de las tropas y denunciaban abusos de autoridad. La presión internacional frente a hechos de este tipo crecía.
La llave para llegar a Sadam Husein
Sin embargo, información más sólida llegó el 1 de diciembre. Durante un interrogatorio, un ex conductor privado del Estado mencionó el nombre de Muhammed Ibrahim Omar al-Musslit, mano derecha del ex presidente de Irak. Durante las siguientes dos semanas, casi 40 miembros de su familia fueron interrogados para determinar su ubicación.

El 12 de diciembre de 2003 se organizó una redada en una casa en Bagdad, que estaba siendo utilizada como cuartel general de los insurgentes. Allí se logró la captura de al-Musslit, hombre que rara vez se separaba de Sadam. De hecho, ese día el ex mandatario habría logrado escapar por tan solo 24 horas. Las cosas habían cambiado. Como sostuvo Steve Russel, teniente coronel: “Con cada hombre que capturamos se estrecha el cerco”.
Mientras tanto, Husein se mostraba amenazante a través de grabaciones de su voz. La televisión Al Arabiya transmitía sus mensajes, en el que amenazaba con vengar la muerte de sus hombres caídos y los llamaba mártires: “Sois el honor de la nación. América será derrotada”, prometía.
Atrapar a Sadam: Operación Amanecer Rojo
Pero le quedaba poco tiempo para poder cumplir. A la mañana siguiente, temprano, al-Musslit, su hombre de confianza, reveló dónde se podía estar escondiendo Sadam. Se trataba de dos locaciones no muy distantes ubicadas en una zona agrícola bastante desierta, cercana a la ciudad de ad-Dawr. Los puntos de interés fueron denominados en código como Wolverine 1 y Wolverine 2. Esa mañana del 13 de diciembre se dio comienzo a la Operación Amanecer Rojo, nombrada así en honor a la película hollywoodense de los años 80 ‘s “Red Dawn”.
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Bajo su nuevo nombre de Task Force 121, el escuadrón C Delta Force, operadores especiales de la CIA, el SEAL Team Six y el equipo de Combate de la Primera Brigada de la 4ta división de infantería se prepararon para el despliegue. Las tropas involucradas en la operación estaban integradas por aproximadamente 600 soldados entre caballería, artillería, aviación, ingenieros y fuerzas de operaciones especiales.
Sadam burla a todos de nuevo…
A las 18 horas de ese mismo día, la Task Force 121 arribó al lugar utilizando vehículos aéreos y terrestres. Se desplegaron dividiéndose entre Wolverine 1 y 2 a modo de tenaza. A los pocos minutos se produjo el asalto en simultáneo de los dos objetivos. Pero, sorprendidos, los soldados no encontraron en un primer momento a nadie. Todos los ranchos estaban desiertos e inhabitados, por lo que se ordenó cerrar el área y peinar la zona. Parecía que la élite militar estadounidense había sido burlada otra vez.
Sin embargo, la vigilancia aérea emitió un reporte de inteligencia urgente: al noroeste se había detectado un pequeño hoyo escondido en la tierra, de pocos metros de profundidad. Al acercarse, la infantería detectó una pequeña entrada camuflada. Se trataba, según la jerga militar, de un “agujero de araña”.

Tras levantar la tapa que cubría el pozo se escucharon gritos en árabe que pedían no disparar. Apretado en el estrecho hueco, apenas con aire para respirar, se encontraba un hombre con el pelo cubierto de tierra y la cara hinchada por el frío: “Soy Sadam Husein, presidente de Irak, y estoy dispuesto a negociar”. Así, el ex mandatario no ofreció resistencia: fue apresado inmediatamente.
El final de Sadam Husein
Mientras se le trasladaba a un lugar seguro, la investigación en la zona siguió adelante, y se encontraron dos fusiles AK-47, una pistola, 750.000 dólares americanos y un taxi que estaba a su disposición. Además, fueron capturados otros dos iraquíes que intentaban esconderse de la misma manera.
Una vez bajo custodia de los Estados Unidos, se le practicó un examen médico, además de distintas pruebas para confirmar fehacientemente su identidad. En las imágenes emitidas a todo el mundo por televisión se podía ver a Sadam con una poblada barba canosa, aunque sus facciones eran claramente reconocibles. No presentaba heridas y su estado de salud era bueno.
En 2004, Husein fue llevado a juicio por crímenes contra la humanidad y apresado. Tras haberse restablecido el orden en Irak, Husein fue devuelto a su país para que fuera sometido a la justicia local, y fue ejecutado mediante la horca el 30 de diciembre de 2006.
